RUFINENSES - Pequeñas Grandes Historias





La sorpresa
Contra todo lo que cabría suponer, Martín durmió plácidamente aquella noche y se despertó sin que lo asaltara esa molesta opresión en el estómago que lo incomodaba al recordar, cada mañana, que en media hora tenía que estar en el banco manejando dinero ajeno.
Al principio, cuando su situación económica bastante precaria y su escasa vocación lo alejaron de la universidad, este empleo lo había rescatado de una situación difícil, o al menos inestable, con trabajos ocasionales y mal remunerado. Pero varios años de rutina lo habían desgastado. Sus expectativas de futuro naufragaban en planillas, papeles y trámites burocráticos, y poco tiempo le quedaba para intentar otra cosa al salir del banco después de casi diez horas de trabajo, agotado y malhumorado.
A pesar de haber abandonado sus estudios, no se alejó del todo del ambiente universitario, y cada vez que lograba tener un rato libre se dejaba caer por un café donde se reunían casi todos los estudiantes, y ahí conoció a Raúl; alguien en su misma situación: sin grandes opciones para su futuro inmediato, pero más decidido a cambiar su suerte saliendo al cruce de su destino.
Casi eran amigos cuando Raúl, después de varias cervezas en una noche de inacabables charlas, dejó caer la idea, como al descuido. Martín la captó inmediatamente y después de pensarlo apenas, decidió que podría haber sido suya. En el banco había mucho dinero. Había dinero suficiente para que ambos zafaran de una vida mediocre, y el riesgo, para él, era escaso. Simplemente aportaría los datos esenciales sin el conocimiento de los cuales su amigo (más bien cómplice) nunca podría llevar a cabo el intento. El otro correría todos los riesgos, y haría el trabajo sucio, pero él elaboraría el plan calculando todos los detalles mediante su acabado conocimiento de las rutinas y los manejos internos de la institución bancaria, para asegurarse de que nada fallara.
Después de largas deliberaciones en el bar (ahora buscaban una mesa apartada, a horas inusuales, y hablaban en voz baja) decidieron que todo estaba listo.
Y llegó el día. El parecía más dueño de sí mismo que nunca. Tal vez tuviera pasta para este tipo de cosas y nunca había tenido oportunidad de descubrir esa veta insólita de su personalidad. Podría haber sido un audaz protagonista de aventuras de riesgo..? No era momento de delirar. Entro al banco con su habitual expresión de fastidio, aunque interiormente lo invadía una extraña sensación de euforia.
Hasta se permitió una sonrisa al saludar al gerente, imperturbable y apático como todos los días de su vida. “A éste, pensó, lo fagocitó la mediocridad”. Pero él estaba a punto de escapar. Ya había medido todas las posibilidades, manejando todos los imponderables.
Si no se presentaba Raúl?  Nada pasaría. Sería un día más, y nadie sabría que en su interior se derrumbaba el luminoso rascacielos de sus sueños más locos.
Si algo impensado fallaba, y el asaltante solitario era atrapado, nadie lo relacionaría con él. Y llegado el caso el mismo negaría todo, excepto una relación circunstancial en un bar donde se reunía habitualmente con TODOS sus amigos.
Y si Raúl no estaba dispuesto a compartir el botín, y huía con el dinero? Una denuncia anónima lo enviaría al territorio de los delincuentes  apresados, donde no disfrutaría del dinero ni de la vida. Pero además, él había ideado su propia estrategia; ya había separado, y ocultado cuidadosamente, una importante cantidad, que sería su seguro de riesgo. No tenía por que entregarle la TOTALIDAD del dinero. De todos modos, el otro no podía saber que cantidad había en la caja.
De modo que TODO estaba bien. Increíblemente bien.
A la hora acordada, meticulosamente acordada, irrumpió el asaltante, encapuchado y armado, y realmente lo hizo bien, a él no le costó fingir temor, y obedecer rápidamente la orden de entregar el dinero. Sus compañeros no se atrevían a moverse. El gerente, inusualmente pálido, parecía a punto de perder el control.
En apenas minutos todo había terminado.
El asaltante giró hacia la puerta, con el dinero en una abultada mochila que apretaba con fuerza, y sin soltar el arma.
En el preciso instante en que Martín soltaba el aire que había estado reteniendo en sus pulmones en ese último segundo, el ladrón se volvió rápidamente, con una determinación asumida a conciencia, le apuntó y gatilló.
Elena Albayceta – (Solo los recuerdos y los sueños son verdaderos)
Año 2000.


La última luz
Una leyenda muy arraigada entre los hombres de campo dice que, si alguien pelea contra la Luz Mala, nadie que habite con él deberá encender una luz hasta que amanezca.

Por Federico Deym

Estaba bien entrada la noche en ese sábado de enero. Jacinto Palacios regresa de la bailanta junto a su compañero Hilario Corvalán. Cortan campo para evitar el rodeo y llegar más rápido a las casas. Su paso entre la alfalfa levanta miríadas de insectos que mueven sus alitas plateadas por la luna. 
 Sin hacer caso al concierto de grillos y chicharras, los hombres siguen  caminando en errático trazado, a causa de las copas extras que bebieron en el boliche.
Naturalmente parcos, ambos recorren la última legua que los separa de la estancia, en silencio.
Es clara la noche de verano, pero los andantes podrían atravesar el campo aún en total oscuridad, por lo mucho que conocen cada árbol, cada cerco, cada piedra.
A pesar de los vapores de la ginebra, ninguno de los dos vacila en los recodos, ni se detiene en los cruces. Conservan la secular brújula interior que los lleva hasta sus casas, sin necesidad de pensar; a puro instinto.
La última tranquera esperaba el paso amanecido de los dos paisanos, cuando una luz blanquecina, con forma indefinida, se les plantó delante.
Hilario enmudeció. Menos bebido que su amigo sintió el aguijón del terror clavándose en su carne.
Con la valentía que otorga el alcohol, Jacinto desenvainó su arma y, apartando a Hilario que procuraba detenerlo, le dijo:
- ¡No te preocupes, hermano, que aquí estoy yo! - y diciendo y haciendo se lanzó contra la relampagueante luz.
La luna le hacía saltar chispas de plata a la hoja afilada que daba fintas al aire caliente de la noche.
- ¡Fuera de aquí, Luz Mala! - gritaba el desaforado paisano.
Ante el ímpetu de Jacinto, la luz empezó a retroceder, perdió fuerza y finalmente desapareció por completo.
El silencio del dormitorio de la peonada se vio quebrado por la excitación de los recién llegados que se salían de la vaina por contar su peripecia. Entre los dos dramatizaron la instancia transcurrida minutos antes y pidieron a todos que no fueran a encender ninguna luz hasta el amanecer.
La quietud vuelve a aposentarse en el dormitorio. Los hombres recuperan la calma y el silencio trae al sueño de la mano.
Jacinto, con la adrenalina trasegándole aún las arterias, da vueltas en el catre y revive la contienda.
- ¡Qué embromar con la Luz Mala! - se rió entre dientes - ¡Salió perdiendo el sombrero!
Y entonces, un gesto mecánico, involuntario de tan repetido, le hace encender un cigarrillo.
El último gesto de vida que se apaga junto con el fósforo que dio luz a la sorpresa de su muerte.

(Si el campo me permitiera - Editorial Vinciguerra - 1996)

 
Un cuento de Fabián Longo




LA TUMBA DEL LEÓN

Jorge J. Facciotti, M.M.O.  jorgefacciotti@hotmail.com 
Es  miembro de la Asoc. de Amigos del Arch. y Museo Histórico Municipal de Rufino,  Sub Comisión de Patrimonio Histórico Arquitectónico.

Cuando era niño, en visita a la tumba de mis abuelos, escapaba de la mano de mi madre e iba a ver la tumba del león, que custodiaba la sepultura, en ese tiempo delante de la misma. Terminó el rey de la selva sobre la lápida dejando paso a la construcción de la vereda y su peso provocó el hundimiento leve del mármol de Carrara, cosa que hoy se comprueba por el charco de agua atrapado en la concavidad, luego de la lluvia.
Se trató de remediar el problema subiendo al león sobre una base de hormigón en forma de T, que reparte su peso en sus tres extremos y lo descarga a los costados, con lo cual despeja de la lápida unos centímetros y permite ver la inscripción que hay debajo.

Puede atribuirse esta disposición última del león sobre la T a Luis Angel Vietti,  quien se desempeñaba como instalador de lápidas e intervino en el mantenimiento y limpieza de  la tumba, que presentaba el deterioro normal del paso del tiempo. Lo recuerda una  plaquita de bronce, en forma de tira de pergamino,  fijada sobre la derecha de la base del león y que dice: “Restaurado Luis Angel Vietti, 1994”.

Desde el punto de vista del patrimonio histórico arquitectónico,  Vietti intervino, porque restaurar significa “recuperar o recobrar//reparar, reponer o poner una cosa en aquel estado o estimación que antes tenía.” O sea que restaurar sería colocar el león delante de la tumba, donde se encontraba originalmente; hoy imposible pues por allí pasa la vereda. Lo que sí hizo Vietti fue una intervención para conservar la tumba, y debemos agradecerlo.

  La tumba del león nos habla, con sus atrayentes formas naturalistas, mediante símbolos. Uno de ellos es el león propiamente dicho y el otro la cruz ebrancada o desramada, con la curiosa inclinación de sus brazos.

Lo primero que nos dice es que podría ser una tumba masónica. Las tumbas pertenecientes a masones generalmente se distinguen por el símbolo de la escuadra y el compás entrecruzados. Aunque también usan otros símbolos como el martillo, cuchara de albañil, columna, y los que elige cada logia en particular.

Pero ¿qué es la masonería o francmasonería?   Según el Diccionario de la Real Academia Española es: 1. f. Asociación secreta de personas que profesan principios de fraternidad mutua, usan emblemas y signos especiales, y se agrupan en entidades llamadas logias. Otras definiciones también dirán que esa fraternidad es universal y filantrópica y que los masones  trabajan para lograr  desarrollo intelectual y personal.
  
La  investigación de la masonería constituye una rama de la Historia llamada Masonología.

         El símbolo del león y garras de león es usado por la masonería para simbolizar la mañana, el oro y la victoria, en el caso de la tumba, la victoria de la vida eterna. (V. Juan-Eduardo Cirlot, “Diccionario de Símbolos, Editorial Labor, S.A. 1991).

La cruz ebrancada o sin ramas es un símbolo heráldico. El segmento mayor significa la unión de la tierra con el cielo, o los  elementos tierra- aire y los brazos, elementos agua-fuego.
Aquí debemos acotar que la particularidad de esta cruz es tener los brazos inclinados hacia la derecha. 

Manifiesta el Arq. Augusto Rocca en su excelente obra “Historia de la Arquitectura de Azul”, Edit. Azul, 2014, (pág. 31); que  este tipo de cruz con brazos inclinados hacia la  derecha se presenta  a partir de las dos últimas décadas del s.XIX, en bóvedas de estilo italianizante.     

En esa época, se afianza el Estado laico,   cuando el pensamiento liberal, encabezado en ese entonces por el Gral. Julio A. Roca,  que asume su primera presidencia el 12.10.1880, resuelve separar la Iglesia Católica Apostólica Romana del estado, ocasionándose el enfrentamiento entre los liberales, laicos quienes muchos eran masones, y los que apoyaban al clero. Quienes apoyaban al liberalismo y a la masonería anticlerical, se distinguían usando la cruz de brazos inclinados.

Consultada la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, desde su archivo informan que: “luego de una larga búsqueda hemos revisado los archivos y no hemos encontrado el nombre solicitado [Andrés Vaccari, Alejandro Vaccari], lo que no quiere decir que no haya sido masón, ya que estos registros se encuentran incompletos. Lamentamos no poder brindarle una respuesta positiva.”

En Rufino, los masones se organizan oficialmente en una Logia denominada “Segunda Lautaro” el 20.03.1912,  siendo  venerable maestro de la misma, el Sr. Moisés Hachnel.  ( Publicado por el  Dr. Roberto Landaburu en su obra “Historias sueltas del Venado Tuerto” [pág. 150], Fondo Edit. Mutual V. Tuerto, 2010)

Esto prueba   que  si bien no podemos afirmar con certeza que se trata de una tumba masónica, el sepulcro del león al menos custodia los restos de personas que tenían en aquel tiempo pensamiento político liberal.  (Continúa II parte en: http://museoderufino.blogspot.com.ar/2014/09/tumba-del-leon.html )
            

  

 Frente de la tumba.







Se ve claramente como la tumba se adelanta en la vereda, construida posteriormente. Si se respetara la posición original del león, este quedaría delante, en el centro de la vereda.  





a mi amigo Raúl Ríos

Por Oscar Bertolín

La República Argentina fue el único país  iberoamericano que encargó cruceros de guerra de primera mano para su Armada en el período 1931 – 1982. Es decir que los mandaba a construir en diferentes astilleros del mundo.

Durante la década de 1950 la Armada Argentina llegó a tener en operación a 5 cruceros simultáneamente, cifra nunca más repetida.

El 05 de octubre de 1926 fue promulgada la ley Nº 11378 para el Programa Naval Argentino por el presidente Marcelo T. de Alvear. Para la modernización y renovación de los medios navales. Por medio de la misma se financiaba con 75 millones de pesos la adquisición de 3 cruceros de guerra, que finalmente fueron solo 2.

El concurso internacional fue ganado por los astilleros Odero Terni Orlando de Génova, Italia. Con un diseño basado en el primer tipo de crucero de la Regia Marina.

Eran buques veloces, con protección blindada mínima, provistos de 6 calderas Yarrow que les proporcionaban una potencia de 85.000 HP y 32 nudos de velocidad máxima. El armamento principal eran cañones de 190 mm., en total 6 cañones montados en 3 torres dobles. Con un ángulo de elevación máximo de 46º y un alcance de 28 km..

Su armamento secundario eran 6 montajes dobles de 102 mm., 6 tubos lanzatorpedos y 6 ametralladoras de 40 mm.

Poseían un hidroavión de reconocimiento Vought Corsair 02, luego un Supermarine Walrus y por último y mucho más tarde un Grumman 52 F. Con catapulta Gagnotto y un hangar para 2 Aviones.
Tenían 170 mts de eslora (es decir de largo) y sólo 18 mts de manga (es decir de ancho) y su tripulación era de 800 hombres.

Sus nombres: ARA Almirante Brown y ARA 25 de Mayo.


Fueron entregados formalmente el 05 de julio de 1931 bajo la presidencia de Uriburu, pero hasta el 15 de septiembre del mismo año no navegaron aguas argentinas.

El 25 de Mayo participó marginalmente de la Guerra Civil Española durante la presidencia de Agustín P. Justo. Desde el 22 de agosto de 1936 hasta diciembre del mismo año estuvo velando por los intereses argentinos en la madre patria y recogiendo a numerosos refugiados. El crucero trasladó a 251 personas desde el puerto de Alicante a Marsella en 3 viajes y su reemplazo el destructor Tucumán trasladó a 1240 personas en 12 viajes. Llevando en uno de ellos a 200 pasajeros en un buque de guerra con capacidad para 160 hombres. Los dos buques ayudaban no sólo a argentinos sino también a españoles de ambos bandos de la contienda. A veces en el mismo buque convivían enemigos a muerte, pero unidos con el afán de salvar su vida y la de su familia.

Desde el año 1904 Argentina lleva adelante Campañas Antárticas y el Almirante Brown y el 25 de Mayo participaron en la de 1947 -1948, durante la presidencia de Juan D. Perón. Esta campaña contó también con el patrullero King, el transporte Pampa, el buque tanque Ministro Azcurra, el rastreador Seaver y los remolcadores Charrúa, Chiriguano y Sanavirón. En febrero de 1948 la Flota de Mar realizó maniobras en la Antartida con los dos cruceros y con los destructores Santa Cruz, Mendoza, Entre Ríos, San Luis y Cervantes.


En esa campaña a bordo del 25 de Mayo estuvieron tres rufinenses. Sí, tres hijos de nuestra ciudad. Domingo Ferrari como timonel, Aurelio Dun como infante de marina embarcado y Raúl Ríos de 18 años como marinero. Inclusive Dun y Ríos compartían camarote por ser oriundos del mismo terruño.
El crucero 25 de Mayo fue inmovilizado en 1959 y el Alte. Brown en 1960 y oficialmente dejaron de ser parte de la Armada en 1961. Su destino final fue el desguace en Italia. En el lugar de estas 2 naves la Armada ganó un portaaviones,  el ARA Independencia. Pero esa es otra historia.

A 64 años de esa campaña Domingo Ferrari y Aurelio Dun ya no están entre nosotros.

Pero Raúl Ríos (conocido por muchos como Rulo) nacido el 04 de junio de 1929, quien se enroló a la Marina en Puerto Belgrano el 05 de septiembre de 1947 y se fue de baja como Marinero 1º Artillero el 15 de mayo de 1950 aún está entre nosotros.

Podemos verlo andando en bicicleta o caminando con su bastón por Rufino. Jugando al Quina 6 o como desde hace años en su taller de calle Asamblea.
Don Ríos ¡Felices 82 juveniles años!!!
Gracias por permitirme ser su amigo y compartir  sus historias de vida. 

Publicado en Semanarios NOTICIAS y EL DIFERENTE- En RUFINOWEB





a mi amigo Oscar Baruffato


 Cuerpo de Exploradores 

Ntra. Sra. de Lourdes de Rufino.


Por Oscar Bertolín

Del 1º al 09 de agosto de 1907 Robert Baden-Powell realizó el primer campamento Scout de la historia en la isla de Brownsea, Dorset, Reino Unido. Convocó para ello a 20 muchachos de entre 12 y 17 años, hijos de militares británicos.

La práctica del scoutismo en nuestro país comenzó en 1908, pero la Asociación de Scouts de Argentina recién fue fundada en 1912 y su primer presidente fue el Perito Francisco Pascasio Moreno.

A fines de la década de 1920 comienzan a surgir grupos Scouts patrocinados por la Iglesia Católica. El 07 de abril de 1937 se institucionalizan en la Unión Scouts Católicos Argentinos.

En Rufino, desde mayo de 1936 a diciembre de 1945, estuvo a cargo de la parroquia el padre Benito Rodríguez. Creador de “La Voz del Sur” que aparecía en Venado y Rufino simultáneamente. Durante su gestión se formaron varios equipos de fútbol y se organizaron campeonatos internos. Fue fundador de la Banda de Música y del Cuerpo de Exploradores. En el Acta Parroquial del 27 de febrero de 1943 consta la fundación del Cuerpo de Boy Scouts. (Anuario El Sembrador 2001/2002-enero  2002,  pág. 8).


Pero quien mejor que uno de sus “exploradores” para que nos relate como era todo aquello. Nuestro conocido y querido Oscar Baruffato, nacido en Rufino el 26 de abril de 1940.

Oscar ¿Cuándo ingresó al Cuerpo de Boys  Scouts?
Ingresé en el año 1944, con tan sólo 4 años. Ingresé junto con Oscar Gil de mi misma edad. Recuerdo que era el último de la fila por mi pequeño tamaño.

¿Cuál era el nombre completo de la Agrupación?
Cuerpo de Exploradores Católicos Ntra. Sra. de Lourdes, Agrupación Salas Cobo. Ya que la familia Salas Cobo donó la indumentaria para todos los niños y los instrumentos para la Banda.

¿Qué tipo de indumentaria utilizaban?
Los aspirantes, es decir los recién ingresados, ropa totalmente blanca. Para los demás la Condesa de Tuyutí eligió un uniforme igual a la vestimenta de Don Bosco. Camisa de manga larga color mostaza, pantalones azules, largos para los mayores y cortos para los menores, es decir hasta los 15 años. Medias negras ¾ con rodilleras negras, pañuelo azul al cuello y sombrero con alas y barbijo de color marrón.

¿Dónde estaba ubicado su lugar de reunión?
Nuestro campo de reunión estaba en calle Córdoba al 50 (hoy P. Galán). Se podía ingresar por una puerta chica y por un portón: Ese lugar contaba con dos garajes de chapa, en uno se guardaba el auto del sacerdote y en el otro había una carpintería.

¿Cuántas veces por semana se reunían?
Realizábamos tres ensayos por semana de orden y disciplina. El adiestramiento básico era principalmente para salvamentos, implementado por el padre Bay en 1942. También jugábamos al fútbol y hacíamos gimnasia. Más tarde, por el año 1950 se construyó una cancha de básquet, el Club Ateneo de la Juventud, que integró la Asociación de Basquetbol del Sur. Donato del Popolo y Roberto Martini practicaban atletismo en ese club y representaron a Rufino en las Olimpíadas de Santa Fe.

¿La Agrupación tenía algún lema en particular?
Sí, dos. “Siempre Listos” y “Proteger a los más chicos” y nuestro valor principal era la disciplina.

¿A los instrumentos y uniformes ustedes los llevaban a casa?
Nooo…, no estaba permitido. Los instrumentos se guardaban en el viejo Palco de Plaza Sarmiento. Era una especie de medialuna con espaldas al oeste y frente hacia el mástil, a unos 10 metros. Estaba todo enrejado. Ese palco se tiró abajo, si no me equivoco en 1952, para el embaldosamiento de la plaza bajo la intendencia de don Pablo García. Los sombreros se guardaban en colgantes colocados en la pared sur del salón parroquial. Estaban cubiertos totalmente con un telón para que no se vean. En la pared norte del mismo salón se encontraban los armarios con estantes donde se guardaba el resto de la indumentaria. Todos esos muebles se fabricaron en la carpintería de la parroquia.

¿Qué otras actividades desarrollaban?
Muchas, siempre se contaba con 4 o 5 quintas cercanas para realizar campamentos. Teníamos 2 o 3 carritos de 2 ruedas tirados por nosotros para llevar las provisiones. Siempre éramos invitados a campamentos y viajes con la Banda, ya sea para fechas patrias o del calendario católico. Yo recuerdo Villa Saboya y Cañada Seca. También en diferentes estancias, como la San Miguel. Todos los años se concurría al Festival de Bandas de Laboulaye y del Festival de Ascochinga se participó una sola vez. Cuando salíamos a pueblos o lugares alejados éramos trasladados en los camiones de hacienda de la firma Cutro. Todos los días de la Bandera hacíamos Guardia de Honor en el palco frente al mástil, de 8 a 18 hs en turnos de 1 hora con 4 exploradores. También se desfilaba en Rufino y la Banda tocaba canciones religiosas frente a la iglesia.

¿Esos desfiles seguían un orden especial?
Sí, era muy estricto. 1º desfilaba la Banda, en segundo lugar el Cuerpo Boy Scouts, luego las jaulas de las palomas que se soltaban durante el Himno. Las palomas eran provistas por los palomares de Juan Caravacca del Bº Gral. San Martín, de Juan Cuesta de Italia 151 y de Juan Plana de Italia 159. En cuarto lugar desfilaban los botiquineros de 1º auxilios y cerrando el desfile los bicicleteros, iban 8 exploradores en bicicleta por cualquier eventualidad.

¿Qué otros recuerdos tiene de aquella época?
La Banda se creó antes que los Exploradores, su primer director fue Tito Nuccio, luego el padre Bay y a éste lo reemplazó José Menghini. Jorge Rosales, luego sacerdote, estuvo un tiempo como Jefe de Banda. El palo mayor era Waldemar O`Connors, luego se integró a la Banda como redoblante y su puesto fue ocupado por Fermín Vargas.

A medida que recuerda Oscar se emociona más y más y sus ojos toman un brillo especial, pero continúa firme pues no quiere olvidar ningún detalle importante.

Julio Marco Sáenz era nuestro instructor y como su segundo estaba Aníbal García con el grado de Capitán. Cuando Sáenz contrae matrimonio se lo agasaja con una formación de honor. Otra, en esa época en nuestra ciudad había pocos aparatos de radio y uno de ellos lo tenía el padre Semprini (párroco entre 1945 y 1961). Los chicos íbamos a escuchar los partidos con el cura, eso sí, teníamos que aguantar que era hincha fanático de San Lorenzo.

¿Hasta cuándo duró todo eso?
Primero desapareció la Banda por motivos de trabajo, de estudio y servicio militar de los muchachos. Alrededor de 1954 ya no tenía integrantes. Unos 40 exploradores desfilábamos sólo al ritmo de un tambor. Y entre 1955 y 1956  todo eso tan lindo, desapareció completamente.

Oscar cuenta esto último y queda en silencio, ensimismado. Lentamente, muy lentamente me voy retirando para no molestarlo. Otro día nos volveremos a cruzar y dialogar,  como hacemos habitualmente,  en las calles de nuestro querido Rufino. Gracias Oscar Baruffato por compatir tus recuerdos.


 Publicado en Semanario  EL DIFERENTE y en RUFINOWEB

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